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Palos de Ciego

Túnez día 28: Antros y bailarinas

 

00:24, como casi siempre en la habitación del hotel

Yassin y su amigo...no recuerdo su nombre, Radomir-el hombre escalope- y yo lo conocemos como ErmugaErmuga. Palabra que está todo el día repitiendo y que no hace falta que nos la traduzcan. Su cara de vicioso lo dice todo. Decía que Yassin y su amigo me han propuesto ir hoy a ver un espectáculo de danza tradicional en un hotel cerca de su casa.

Yo ya me las imaginaba rodeado de turistas, los pocos que pueda haber en estas fechas por Gafsa, viendo un espectáculo "tipical spanish" pero a lo tunecino.

Nada más lejos de la realidad. Llegamos al hotel, un viejo edificio marrón de ladrillos desteñidos, si es que algún día tuvieron algún color. En la puerta un gorila nos cobra un par de dinares antes de dejarnos pasar con un gruñido. Lo de gorila no es un eufemismo.

Entramos en un salón de techos bajos, luz mortecina de un color que intenta parecerse al amarillo. El local está decentemente limpio y mis amigos piden la cena. Miro a mi alrededor, una veintena de hombres, solo hombres, ocupan unas cuantas mesas. Cada uno hace frente a un par de cervezas. He comprobado ya en un par de sitios que en este país puestos a saltarse las normas de Mahoma, lo hacen a las bravas, pidiendo las cervezas de tres en tres. Me pregunto que puestos a pasar del profeta podrían traerme una tapita de jamón, aunque me resisto a preguntar.

En cambio si pregunto a mis compañeros sobre el espectáculo de danza. Me contestan que empezará en media hora, lo justo para acabar la cena. La cara de vicio que ponen hace que empiece a sospechar sobre el tipo de espectáculo que voy a presenciar. Insisto en que me den detalles y entre risas llego a entender que es una sorpresa.

Y allí estoy yo, un occidental decadente, bebiendo orín de yanqui-como decía Víctor, mi maestro jedi- entre tres docenas de tunecinos que dan cuenta de un par de litros de cerveza cada uno.

De repente cambia la música, se hace más alegre y aparece ella. Falda larga de seda verde semitransparente, sujetador a juego cubierto por lentejuelas y alguna perla de imitación. Algo sorprendido estoy apunto de decir algo como: ¿Para esto tanta cara de vicio? En verano en las discotecas de mi país hay muchachas que llevan menos ropa. Me muerdo la lengua otra vez pensando no seas tan chulo y disfruta del espectáculo.

La bailarina empieza a bailar entre las mesas al son de la música, siempre sonriendo, siempre mirando a los ojos. Los presenten dan palmas y la llaman para que se acerque a bailar. Ella sin miedo lo hace, se acerca a algún afortunado, le susurra algo al oído y se marcha bailando hacia otra mesa. Con tal cantidad de hombres, la ingesta de alcohol y nadie de seguridad cerca, me refiero al gorila, salvo algunos jóvenes camareros y los músicos, me temo lo peor. Pero nada ocurre, ella baila para todos y ellos miran, sin molestarla.

Los más atrevidos le hacen una señal y ella se sube a la mesa. A cambio siempre recibe una propina.

Uno de la mesa de al lado, bastante borracho se levanta y la imita. Incluso se sube a la mesa. Me fijo en su cara y en la de sus colegas y su expresión me recuerda a la que ponen algunos en las bodas. Si no fuera por las propinas diría que estoy en una fiesta familiar.

Se acerca un par de veces a nosotros. La primera me mira y le pregunta a Yassin que de dónde soy. Sonríe al oír la respuesta y menea la cadera delante de mí. Siempre sonriendo, siempre mirando a los ojos.

Vuelve al rato, baila para Yassin y para ErmugaErmuga, que sorprendentemente mantiene un expresión fría, de hombre duro. Expresión que desaparece cuando la chica se da la vuelta, "Ermuga Ermuga" y mueve las manos como si acariciase dos pechos imaginarios. Ahora la bailarina extiende los brazos invitándome a bailar. Yo por supuesto acepto, pegándole un par de pases de pecho y presumiendo del arte flamenco que no tengo. El grupo de al lado me aplaude.

Hago una seña e invito a la bailarina a subirse a nuestra mesa. Baila un poco y cuando baja se agacha para recibir su propina. Me pone delante el escote, sus tetas se mueven de arriba abajo que da gusto, impulsadas por alguna técnica de control muscular, que no logro imaginar como se aprende. Así se queda unos segundos.

Yo que a veces me las doy de caballero, además de ser un poco gilipollas, en vez de ponerle el billete entre las tetas, plantando de paso mis manazas en alguna de ellas, aprovecho que está bajando para cogerle de la mano. Se la beso cual gentleman y le doy el billete. Ella mira su mano, me mira a mí y vuelve a mirar su mano. Aún no se lo cree.

Mis amigos me miran a mi con cara de este tipo es imbécil. Y yo no miro a nadie en particular.

Entonces sucede algo curioso. La bailarina se ríe, suelta un gritito de los de allí y se vuelve a subir a la mesa. Ahora baila solo para mí durante más del doble de tiempo de lo habitual en estos casos.

Mis amigos siguen con la boca abierta. El grupo de la otra mesa aplaude ahora con más entusiasmo.

4 comentarios

Inés -

Si es que mi Jorgito está hecho todo un caballero...jajaja (flipé con eso de que habías fumado no-sé-qué).


Actualiza ya hombre, que mis tardes de parásito no son lo mismo sin tus aventuras tunecinas, que aunque no siempre postee si que leo todo lo que escribes.

Muchos besos!!!

LLámame cuando estés de regreso para contarme detalles escabrosos, jejeje.

Manu -

¡Queremos fotos de ese viaje ya!

ESTHER -

Esto significa que a las mujeres de allí (y de aquí) nos encantan los caballeros. Siempre.

Warren Keffer -

jojojojojo JOjojojOJOJOJOJOJO
Buenísima la anéctoda, flipante el final :D :D
Eres un genio xDDD

Ah, y soy tu primo Esteban. No sé si reconoces el nick, aunqeu sí recuerdo que te pasaste por mi blog un día :P