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Palos de Ciego

Túnez, día 7: Retiro Espiritual

Túnez, día 7: Retiro Espiritual

Cuatro paredes frías, allá donde vaya solo hay cuatro paredes desconocidas a pesar de los días que llevo viviendo en ellas.

Cuatro paredes en mi habitación, cuatro paredes en la cafetería, cuatro paredes de aire, sol y viento en el jardín. Pasan las horas, apenas me da tiempo a saludarlas y charlar un rato con ellas cuando deciden que deben marcharse. Las paredes son aún más aburridas. Nunca se han dignado a dirigirme la palabra y creedme yo les doy los buenos días cada mañana.

 

El viernes hice acopio de provisiones, coca cola, zumo y agua para combatir la sed; patatas fritas, galletas y chocolate acompañaran a lo que logre cazar...que pena de no haber comprado al menos un arco y unas flechas.

Veinte megas de música en el ordenador, tres o cuatro libros y media docena de películas. Tras semejante trinchera cualquiera se siente a salvo del enemigo. Aunque en estos casos no hay peor enemigo que uno mismo.

 

Sorprende, o quizás no tanto, como nos imponemos a nosotros mismos ciertas obligaciones entupidas que por el hecho mismo de ser obligaciones nos resulta imposible cumplir.

¿Fin de semana de retiro espiritual? ¿Leer, estudiar?¿Relajarse?¿Solo porqué tu lo dices? así no hay manera.

Siento como las paredes se ríen de mi al verme tumbado en el sofá, saben que en cuanto me levante y decida salir a la terraza que da al jardín desaparecerá ese hermoso sol y el viento vendrá de nuevo a tomar el té de las cinco. Ya lo hizo las tres, a las cuatro, a las..., todas las veces que he intentado salir. Las películas me aburren, volver a estudiar se me hace más duro que volver a ponerme en forma, paso las canciones sin dejar que ninguna suene mas de 23 segundos.

 

Una vez leí una cita de Oscar Wilde:

 

"Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre,

y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos donde deberíamos intentar vivir"

 

No se si es en ese mundo interior donde deberíamos vivir, pero quizás sea el que debamos cuidar para poder hacerlo en el mundo exterior en el que el azar nos ha colocado.

 

Duermo toda la tarde del sábado. Sueño y busco ese mundo interior de Oscar Wilde.

De un salto me cuelo por mi nariz pero al intentar abrirme paso entre mis pilosidades nasales me hago cosquillas y estornudo. Salgo despedido a toda velocidad por la ventana. Un poco mareado cierro los ojos y cuando los abro descubro que estoy ascendiendo lentamente en una pompa de jabón. Espero que sea de jabón, pienso.

En seguida deduzco que posiblemente me haya equivocado de camino. La razón no es que me encuentre a miles de kilómetros de la tierra, surcando el basto universo, protegido tan solo por una delgada pompa de jabón. Tampoco porque me encuentre desnudo vistiendo tan solo una pajarita amarilla y un sombrero de copa. No, la razón de que piense que quizás no me encuentre donde debería estar es un cartel fluorescente que pone "Men not Allowed" y el hecho de verme rodeado de cientos de pompas de jabón en cada una de las cuales viaja una mujer vestida de novia con velo, ramo y toda la parafernalia que me miran con ojos asesinos.

 

Ojeo con avidez el manual de vuelo, pulso algunos botones, acelero, freno bruscamente y aunque creo que físicamente es imposible consigo que la pompa de jabón entre en barrena. Desciendo a toda velocidad hacia la Luna. La pompa decide no esquivarla y alunizo sin mucha brusquedad en el Mar de la Tranquilidad como indica otro cartel fluorescente "Coolens Sea".


En esa playa me he quedado todo el fin de semana y la verdad que no me ha ido del todo mal. No he encontrado mi mundo interior (mañana intentaré entrar por una de las orejas) pero he conseguido estudiar un poco, he disfrutado de la música y las películas e incluso he hecho algo de ejercicio.

 

Todo un milagro

 

 

1 comentario

Esther -

Supongo que encontrar nuestro mundo interior no es tarea fácil... creo que debe uno estar relajado, centrarse en sí mismo y sentirse bien... por ahí va el camino. Desde luego el Sr. Wilde tenía toda la razón...