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Palos de Ciego

Túnez

Algo tan sencillo

Algo tan sencillo

A menudo las cosas más sencillas pueden llegar a complicarse por el simple hecho de pensar que son complicadas.

Llevo demasiado tiempo sin escribir...en ningún sitio. Si fuese escritor le llamaría bloqueo del escritor, pero como no lo soy aún no se como llamarle.

Por cierto estoy escribiendo esto directamente, sin borrador previo ni nada así que disculpenmé si se me va un poco la cabeza.

Para los que solo sepais de mi leyendo este blog, creo que no sois muchos, deciros que aún sigo en Túnez. Aunque después de 8 meses aquí, pringando en el sur de este "bello" país, he decidido no volver a señalarlo en los títulos. Sobre todo porque he perdido la cuenta. El otro día lei algo sobre esto. Lo decía unos de los personajes del Pintor de Batallas (A.P.Reverte). Se refería a que uno se convierte en preso profesional cuando aprende a tener paciencia y deja de contar los días. Paciencia lo que se dice paciencia aún no tengo toda la que debiera, pero he dejado de contar los días. Además casí he dejado de sorprenderme por las cosas que me ocurren en este país.

La foto que he puesto la hice hace un par de semanas. Al sur de Tataouine. Posiblemente el punto más al sur que he estado jamás. Acabé mi trabajo temprano y pude darle un repaso a la zona. Lo que se ve al fondo es un ksar. Construcción típica de la zona. Graneros comunales en forma de fortaleza para proteger mejor las pocas provisiones que los campesinos de antaño eran capaces de arañarle a esta tierra desagradecida. Para los más cinefilos, George Lucas se inspiró en ellos para el poblado de Anakin del episodio I. Para rodar la primera entrega hace ya 30 años también estuvo por la zona. En Matmata, cuyas casas troglodíticas excavadas en la roca fueron copiadas para recrear la casa de Luke. He dejado algunas fotos más en flirck...o lo haré si con está mierda de conexión puedo hacerlo.

Esta vez me estoy enrollando más de la cuenta por dos razones. Primero porque aquí encerrado en un hotel necesitaba sentir que me comunicaba con mi mundo conocido, más aún cuando hacía tanto tiempo que no lo hacía. Aunque no se si este mundo virtual que estamos construyendo en internet es del todo real.

Y segundo en forma de despedida. Estoy preparando una mudanza, por razones completamente personales. Pero no quería hacerlo y que el último post fuese simplemente: Hola chicos me he mudado ahora podies encontrarme en.....

Tampoco quiero dejar de hacerle honor al título de este post y hacer complocado algo tan secillo, pero llamé al blog Palos de Ciego por algo.

Smoking Djerba

Smoking Djerba

Este post está dedicado a todos aquellos, sobre todos amigos y compañeros desde hace ya tiempo, que después de leer este blog se alegran por mi con una sana envidia. No os tendré en cuenta los insultos y ni las amenazas recibidas.

Llega el verano, llega el buen tiempo y es fácil caer en todo tipo de vicios. Así que este fin de semana después de comprobar que todas nuestra obligaciones estaban cumplidas nos sumergimos en un mundo de depravación y vicio constante...SMOKING DJERBA

Djerba, la gentil y dulce Djerba. Isla milenaria conocida desde los tiempos de Homero, fue escala de Ulises Odiseo en su viaje de regreso a casa, puerto comercial en la antigüedad, isla de piratas en otros tiempos. Hoy en día esta perla del Mediterráneo de encantos ocultos y no tan ocultos es perfecta para olvidarse del Túnez profundo y adentrarse en un mundo concebido para el turismo más vil y servil.

He pasado el fin de semana con un horario de lo mas "extresante". Llegada a la playa sobre las 12:30 (tras dos horas en coche....esto hay que solucionarlo pero es que había que echarle un vistazo al curro el domingo).

Imaginad un bahía protegida del mar por una larga lengua de arena. Un inmenso estanque de agua salada abierto al mar con tan solo un par de meros de profundidad.

¿Que hacer en un sitio como este?.....Aprender y practicar Kitesurf por supuesto.

Las jornadas de playa se han dividido en sesiones de trompazos mientras una cometa de diez metros cuadrados me elevaba por los aires para después caer de panza sobre el mar. O bien deslizar sobre mi pecho y estomago hasta volver a perder el control y rozar rodillas y pies contra el fondo de la bahía antes de despegar de nuevo. Solo me faltan las heridas en las manos para ir a la tele presumiendo de posesión diabólica de estigmas. Así durante una par de horas hasta que la he empezado a controlar la cometa. Tras lo cual ha llegado las ración de golpes con la tabla en los pies. Entre sesión golpes y sesión de golpes, baños de sol, showarmas para comer y nuevos amigos con los que conversar.

Lo mejor de darte una paliza de estas es que cuando acabas tienes la excusa perfecta para ir a un Hamman, darte un relajante baño de vapor y recibir un estupendo masaje de una bella negrita de metro setenta y grandes manos que me ha dejado como nuevo. A decir verdad quien te de el masaje es lo de menos, el sábado me lo dio un tunecino que parecía muy poquita cosa pero cuando empezó le tuve que pedir un poquito de suavidad...y eso que a mi me gustan los masajes con fuerza.

Playa, masaje...¿qué se puede pedir más?. Cena para recuperar fuerzas y ronda de bares por los antros tunecinos el sábado y a un buen restaurante el domingo.

De esta manera, con mucho esfuerzo por nuestra parte, ha quedado acuñada una expresión que quedará para la posteridad como reflejo de los días que han sido: ¡Hoy toca smoking Djerba!

El que quiera que entienda.

Siento no poner fotos pero la conexión aquí en Gabes es desastrosa.

Túnez día 11: Dos dinares y una sonrisa.

A veces no es fácil ponerle un titulo a lo que escribes y claro, si cuando lo encuentras al final escribes sobre otra cosa por culpa de mi incontiencia verbal, pierdes un titulo y tus lectores (gracias) se lían.

 

Dos dinares es lo que cuesta en esta vida pasar un buen rato. Mejor si, como en este caso, no son dinares que pagas sino dinares que recibes.

Hace tiempo que creí descubrir quienes habían tenido una infancia divertida. Son las mismas personas que en cuanto se encuentran con un tiempo muerto son capaces de organizar un sencillo juego y disfrutar de la pausa sin mayores pretensiones.

 

Hoy cuando hemos llegado al lugar de trabajo después de comer hemos descubierto que la puerta estaba cerrada. El responsable estaba aún almorzando y teníamos que esperarlo. No pasó ni un minuto cuando mis compañeros de fatigas montaron un pequeño divertimento para amenizar la espera en la acera del patio. Reglas sencillas lanzar una moneda de 100 milésimas de dinar (unas 10 pesetas o 6 céntimos) desde 2 metros en dirección a una raya que había entre dos losas de hormigón. El que más se acercase se llevaba todas las monedas.

 

Así hemos pasado un buen rato, lanzando monedas, maldiciendo las malas rachas y alabando a dios por las buenas tiradas. Riéndonos los unos de los otros cuando alguien sacaba una moneda de un dinar y pedía cambio. Hasta el guarda de la puerta se ha apuntado.

 

Al final dos dinares de ganancia, campeón absoluto y el compromiso de invitar a café mañana después de comer.

Túnez, día 11: Dos dinares

Hoy tengo un par de historias que contar. A pesar del trabajo, a pesar de la rutina de vez en cuando siempre se encuentra algo de tiempo para vivir cosas interesantes. Aunque sean anecdóticas. 

Desde hace ya tiempo vengo siguiendo la obra de Arturo Pérez Reverte. No de forma incondicional, ni falta que hace, pero es un autor que se acerca a mi forma de pensar tantas veces como se aleja de ella y por tanto nunca me suele dejar indiferente. Muchas veces en su pagina de "El Semanal", a pesar de poner verde a todo el que se le ponga a tiro, decide darle una oportunidad a la humanidad y cuenta algún detalle que le reconcilia con el mundo.

Yo no estoy tan enfadado con esta sociedad en la que vivo como Don Arturo (aún), pero gusta experimentar de vez en cuando en mis carnes situaciones que me hagan sentir orgulloso del ser humano.

 

Esta mañana mis obligaciones me han obligado a desplazarme a Feriana, una ciudad situada a unos 50 kilómetros de Gafsa. Allí me esperaba un representante del cliente y uno de nuestros operarios tunecinos. A  mitad del camino me  detiene sorprendido el tunecino en cuestión que desde el arcén me hacía señas. Me detengo y observo que allí se encuentran varios tunecinos, entre ellos mi contacto y dos técnicos de mi empresa, el Manitas y el Loco C, que charlan con un policía. La historia es sencilla, carretera comarcal, nueve y pico de una mañana algo lluvioso, asfalto mojado y un perro que le da por cruzar la carretera sin avisar. Resultado, el pobre del Loco C decide hacer un par de trompos con su coche después de derrapar para evitar matar al canido. Antes de seguir debo decir que al Loco no le ha pasado nada excepto el susto y el coche hecho mierda. 

Permanecí allí una media hora, esperando un coche de policía para que hiciera el atestado dado que el policía que estaba allí, como casi todos los policías de Túnez, no tenía vehículo. Aún no me explico como apareció por allí a tiempo de ayudar al Loco antes de que llegase nadie más. Durante ese tiempo ocho coches pasaron al lado nuestro , los ocho se pararon a preguntar si todo iba bien y si necesitábamos ayuda de algún tipo. Muchos "labes", "labes allic" y muchos "jandulá" que es la formula habitual de saludo pero que viene a decir si todo va bien y que gracias a Alá todo va bien. Tras más "Salam", "Aslamas" e "Inshalas" se iban después de asegurarse de que realmente no hacía falta su ayuda.. 

Ocho pasaron, ocho se pararon y ocho se bajaron del coche con intención de ayudar.

Intento imaginar la escena aquí en España y a lo más que llego es a visualizar los coches reduciendo la velocidad por el morbo de ver a los heridos

Túnez, día 7: Retiro Espiritual

Túnez, día 7: Retiro Espiritual

Cuatro paredes frías, allá donde vaya solo hay cuatro paredes desconocidas a pesar de los días que llevo viviendo en ellas.

Cuatro paredes en mi habitación, cuatro paredes en la cafetería, cuatro paredes de aire, sol y viento en el jardín. Pasan las horas, apenas me da tiempo a saludarlas y charlar un rato con ellas cuando deciden que deben marcharse. Las paredes son aún más aburridas. Nunca se han dignado a dirigirme la palabra y creedme yo les doy los buenos días cada mañana.

 

El viernes hice acopio de provisiones, coca cola, zumo y agua para combatir la sed; patatas fritas, galletas y chocolate acompañaran a lo que logre cazar...que pena de no haber comprado al menos un arco y unas flechas.

Veinte megas de música en el ordenador, tres o cuatro libros y media docena de películas. Tras semejante trinchera cualquiera se siente a salvo del enemigo. Aunque en estos casos no hay peor enemigo que uno mismo.

 

Sorprende, o quizás no tanto, como nos imponemos a nosotros mismos ciertas obligaciones entupidas que por el hecho mismo de ser obligaciones nos resulta imposible cumplir.

¿Fin de semana de retiro espiritual? ¿Leer, estudiar?¿Relajarse?¿Solo porqué tu lo dices? así no hay manera.

Siento como las paredes se ríen de mi al verme tumbado en el sofá, saben que en cuanto me levante y decida salir a la terraza que da al jardín desaparecerá ese hermoso sol y el viento vendrá de nuevo a tomar el té de las cinco. Ya lo hizo las tres, a las cuatro, a las..., todas las veces que he intentado salir. Las películas me aburren, volver a estudiar se me hace más duro que volver a ponerme en forma, paso las canciones sin dejar que ninguna suene mas de 23 segundos.

 

Una vez leí una cita de Oscar Wilde:

 

"Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre,

y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos donde deberíamos intentar vivir"

 

No se si es en ese mundo interior donde deberíamos vivir, pero quizás sea el que debamos cuidar para poder hacerlo en el mundo exterior en el que el azar nos ha colocado.

 

Duermo toda la tarde del sábado. Sueño y busco ese mundo interior de Oscar Wilde.

De un salto me cuelo por mi nariz pero al intentar abrirme paso entre mis pilosidades nasales me hago cosquillas y estornudo. Salgo despedido a toda velocidad por la ventana. Un poco mareado cierro los ojos y cuando los abro descubro que estoy ascendiendo lentamente en una pompa de jabón. Espero que sea de jabón, pienso.

En seguida deduzco que posiblemente me haya equivocado de camino. La razón no es que me encuentre a miles de kilómetros de la tierra, surcando el basto universo, protegido tan solo por una delgada pompa de jabón. Tampoco porque me encuentre desnudo vistiendo tan solo una pajarita amarilla y un sombrero de copa. No, la razón de que piense que quizás no me encuentre donde debería estar es un cartel fluorescente que pone "Men not Allowed" y el hecho de verme rodeado de cientos de pompas de jabón en cada una de las cuales viaja una mujer vestida de novia con velo, ramo y toda la parafernalia que me miran con ojos asesinos.

 

Ojeo con avidez el manual de vuelo, pulso algunos botones, acelero, freno bruscamente y aunque creo que físicamente es imposible consigo que la pompa de jabón entre en barrena. Desciendo a toda velocidad hacia la Luna. La pompa decide no esquivarla y alunizo sin mucha brusquedad en el Mar de la Tranquilidad como indica otro cartel fluorescente "Coolens Sea".


En esa playa me he quedado todo el fin de semana y la verdad que no me ha ido del todo mal. No he encontrado mi mundo interior (mañana intentaré entrar por una de las orejas) pero he conseguido estudiar un poco, he disfrutado de la música y las películas e incluso he hecho algo de ejercicio.

 

Todo un milagro

 

 

Túnez, día 3 de la nueva era: Cambios

Lo que pueden cambiar las cosas en un mes. Me encuentro en Gafsa, en el hotel de siempre. Incluso creo que estoy en la misma habitación.

 

Me encuentro con viejos conocidos, compañeros de trabajo, el barman cabrón (esa es otra historia), el dueño del restaurante. "Mauma, mauma" me grita al entrar, "Mauma" le respondo. El personal del hotel es nuevo pero los camareros y el metre no. Me saludan y me dan la bienvenida. Todo parece en su sitio.

Sin embargo hay algo que fuera de lugar, me siento extraño. He pasado todo el día pensando en ello. No era capaz de decidir que era.

¿La comida? No, es la misma de siempre. El tiempo sigue igual, aquí el verano se retrasa. Influencia de la ola de frío de la semana pasada.

La respuesta la he hallado en la recepción del hotel después de comer. Estaba llena de gente. Una excursión del incerso francés, un viaje de instituto, españoles y un grupo de universitarios, también españoles. El hotel tiene vida. Tenía que haberlo intuido anoche. No había gente joven pero estaba más lleno de lo normal.

 

Lo peor de todo. He sentido que invadían mi intimidad, mi guarida, mi reposo del guerrero. Creo que me estoy convirtiendo en alguien algo cascarrabias. No me inoportunan los cambios, me adapto bien a  ellos pero es que esto se ha llenado de niñatos. Y encima están de paso lo que implicará que cada día vendrán y se irán grupos enteros de personas.

¿Cómo os sentirías si cada día pasara por vuestra casa gente desconocida, la mayor parte de ella sin saludar siquiera?

Vale, el hotel no es mío. Pero me jode no poder tomarme el café en mi sitio preferido. Vale, me lo puedo tomar en otro sitio, de hecho así ha sido. Pero mi sitio preferido lo era porque era el mejor sitio de la cafetería.

 

Aunque lo que realmente me revienta es que al estar de paso no me va a dar tiempo de hacer amistades. Ver caras conocidas ayuda cuando estás lejos de casa. Además entre todos estos estudiantes debe haber al menos tres que sepan jugar al mus.

 

 

Túnez, día 1: Nueva era

Túnez, día uno de la nueva era.

 

No he podido encontrar la hora perdida.

¡Qué extraño!

Me parece que va a ser un caso largo y complicado.

Túnez día 72: Sobre gacelas y dromedarios

Túnez día 72: Sobre gacelas y dromedarios

Los tunecinos son, a veces, unos poetas. ¿Que una muchacha es guapa y está de buen ver? Pues se le dice gacela y santas pascuas. Si se piensa detenidamente, sin acritud, es un piropo bastante conseguido. El que no lo crea así que vea algún documental de esos que echaban en La2 (ha pasado tanto tiempo desde la última vez que no me atrevo a afirmar con rotundidad que aún siga emitiéndolos). Las gacelas son animales realmente bellos. A mi no me importaría que me llamasen gacela.

 

He pasado en este país 72 días, sin contar los días de vacaciones que he regresado a España (aclaro esto porque ya me ha comentado algún que otro conocido que no le salían las cuentas). Me han parado policías, en controles y haciendo autostop, he estado en zocos y he regateado, no siempre con éxito, con bastantes vendedores. En las ciudades se me han acercado guías espontáneos en busca de negocio. He coincido con gente de lo más variopinta en los hoteles. He hablado, discutido, regateado, reído e ignorado a un sinfín de personas y he provocado un sinfín de reacciones. Ninguna comparable con el hecho de pasear con una gacela por Túnez.

 

Las situaciones más graciosas se producen cuando a ELLA la confunden con una aborigen del país. Si  no fuese porque su piel es bastante más clara el resto de sus rasgos tienen ese misterio de la belleza de ciertas mujeres árabes.

 

El caso es que en Djerba un policía nos lo dijo abiertamente y de hecho continuamos nuestro paseo sin convencerle de que "Elle ne est pa tunisienne". O como el vendedor de Medenine que me pregunto de donde había sacado esa "gazelle tunisienne" En ciertos lugares donde los policías nunca me habían parado al verla a ELLA lo hacen y al comprobar mi pasaporte español algunos nos miran asombrados. Otros ríen como intentando decidir quien tiene más suerte si yo por ir con una bella tunecina o ella por haber cazado a un joven extranjero.

 

Así estamos recorriendo el país. ELLA levantando pasiones y yo con cara de dromedario.

Túnez, día 71: ¿Se puede pedir más?

Túnez, día 71: ¿Se puede pedir más?

ELLA está aquí.

De hecho lleva unos días conmigo aquí en Túnez. Ya he comentado alguna vez y si no lo hago ahora, que no me importa viajar solo. Aprecio bastante las ventajas de esta situación y me acomodo rápidamente a las desventajas.

A partir de ahora no ocurrirá así. Cada vez que me encuentre solo me acordaré de este viaje. Recorrer un país con ELLA, descubrir nuevos detalles, organizar las cosas pensando que todo salga bien, no solo para disfrutarlo yo sino para que lo disfrutemos los dos.

No es el primer viaje que hacemos juntos pero si el primero en el que estamos solos sin tener que "coordinarnos" con nadie, ni compañeros ni anfitriones (desde aquí millones de besos a todos por vuestra compañía y vuestra hospitalidad).

A los que me conocéis y a los que no deciros que ELLA está aquí. ¿Se puede pedir más?

Túnez, día 64: Árboles que nunca caen

Túnez, día 64: Árboles que nunca caen

Hay quien dice que si un árbol cae en la soledad de un bosque y  no hay nadie que lo escuche caer no se produce ningún ruido. Hay quienes se limitan a afirmar que  no podemos afirmar con seguridad que se produzca ruido alguno.

 

¿Es condición para existir ser percibidos por el mundo que nos rodea? ¿Si no existe percepción las cosas dejan de existir?

 

El otro día tuve un sueño bastante extraño. Por alguna razón que no llego a recordar me era imposible empezar ninguna comunicación desde Túnez con ninguna de las personas conozco. No me refiero a la gente de aquí. Me refiero que no podía hacer ninguna llamada telefónica, ni escribir ningún correo electrónico ni ninguna carta convencional.

Por extraño que parezca solo podía contestar a las llamadas, responder a los correos electrónicos que me llegasen y utilizar el mismo sobre y el mismo sello para enviar mis cartas.

 

Pero no se producían llamadas, ni recibía correo de ningún tipo. La gente dejó de recibir noticias mías y a nadie le extraño. En el sueño no se daba ninguna razón para ello. "Por ahí andará dando vueltas e ingeniándoselas para seguir adelante" pensarían.

 

Un día me llego una carta de la empresa y me trasladaron de país. No pude notificárselo a nadie. La vida pasaba, los hechos se sucedían y nadie se enteraba. La gente de Túnez y de mi nuevo país no contaba en el sueño. Quizás porque cambiaba continuamente de ciudad como para que se diesen cuenta de mi existencia. En algunos pueblos llegaba al atardecer, trabajaba de noche y me iba antes de que amaneciese.

Poco a poco empecé a deambular como un fantasma, como una sombra. En el sueño sentía como la gente se iba olvidando de mi. La vida pasaba y yo me iba con cada recuerdo que el tiempo les arrancaba de la memoria. Iba enfermando, de melancolía dirían  los antiguos doctores, de falta de memoria diría yo. Casi no comía, veía las cosas borrosas y los sonidos me llegaban como susurros traídos por el viento. Las fuerzas me iban fallando y mi piel adquiría un tono violáceo.

 

Un día al despertar sentí que no era capaz de levantarme. Con cada bocanada de aire que salía de mis pulmones se me iba la poca vida que aún me quedaba. Suspiré resignado a mi suerte, llorando por no poder despedirme de mis seres queridos. Los ojos se inundaron de tristeza pero no pude secármelos. No podía mover ni un solo músculo.

En ese momento, en el último instante de mi vida sonó el teléfono. Podía oírlo en la lejanía aunque sabía perfectamente que estaba a unos centímetros de mi cabeza, en la mesilla de noche, junto al vaso de agua y al mando de la televisión que había sido mi única compañera durante los últimos días.

 

El teléfono seguía sonando y sonreí tranquilo al saber que en el momento de mi muerte alguien se acordaba de mi.

 

No pude exhalar el suspiró final porque en ese instante me desperté, la almohada empapada en lágrimas y sudor. En la mesilla el teléfono sonaba avisando de que era hora de empezar un  nuevo día. Tardé unos minutos en reaccionar Al levantarme abrí la ventana de mi habitación y me alegré al escuchar los cientos de sonidos que llegaban desde el exterior, al sentir el aire en mis pulmones y ver el Sol surcando el horizonte. No se si que yo sienta la vida será condición para que exista, pero a mi me hicieron sentir más vivo que nunca.

Túnez, día 59: No quiero ser un turista más.

Túnez, día 59: No quiero ser un turista más.

Ayer bajé de nuevo al desierto. No me aburre. Cada vez me gusta más. Me gustaría tener un poco más de tiempo para adentrarme en el y no quedarme tan solo en la frontera, intuyendo mil y un secretos. Secretos que estando al alcance de mi mano aún no he reunido el valor de ir a reclamarlos solo para descubrir después que muchos antes que yo lo intentaron. Los hallaron y tuvieron que dejarlos allí para que los reclamen los que les siguieron. Una vieja ley de la aventura: nada te pertenece aunque lo hayas conseguido. El único premio es la experiencia de haber llegado.

Y así bajo una y otra vez a observar lo que nunca será mío ni de nadie.

Sacando al guía turístico que todos llevamos dentro lleve a uno de mis compañeros de trabajo a que conociera Nefta, Chebika, el Chott y viese la puerta del desierto. Excursión que no es nueva para mi y sin embargo llena de nuevos detalles. Esta vez detalles que me han hecho reflexionar, como casi todos, sobre mi condición de extranjero y turista en este país que me acoge.

La última vez que estuve en Nefta ya conté que contrate los servicios de un guía (ver Túnez día 34: Otro domingo, otro regalo). Cuando nos despedimos me pidió que le enviase alguna de las fotos que había tomado y le dije que no se preocupara que seguro que volvía por allí y que yo mismo se las llevaría. Después de aquello he estado un par de veces en Sevilla y aunque me he acordado de mi promesa nunca he encontrado el tiempo (pobre excusa) de imprimir alguna foto. Y así me plante ayer en Nefta, sin ninguna foto que llevarle. Se que no le debo nada pero no es bueno empeñar la palabra con promesas vacías.

Como el mundo es un pañuelo y estas pequeñas ciudades lo son aún más me encontré con el guía paseando por la Medina de Nefta. Yo con mi compañero y el con un matrimonio alemán. Le salude al pasar y el me devolvió el saludo no se si por educación o porque se acordaba de mi. No pude descifrar la expresión de su cara. Pasé el resto de la mañana pensando que hubiese pasado si hubiese llevado las fotos encima. Quizás he dejado pasar la oportunidad de hacer un amigo en un lugar tan remoto como este o quizás...

Antes de comer y siguiendo la misma ruta que me enseñó el guía, por cierto se llamaba y se llama Naceur, la última vez nos adentramos un poco en el desierto para encontrar las primeras dunas de arena. Hay un camino transitable por vehículos, posiblemente por el que pasan todos los turistas y por el abandonamos la carretera. Pocos cientos de metros más adelante distinguimos las primeras dunas. Cerca de ellas había una jaima con camellos y se podían distinguir algunas personas con trajes beréberes. Al pasar a su lado mi compañero le saludo y vimos como una docena de niñas, 11 a 13 años, y un par de mujeres se levantaban y seguían el coche. Seguimos el camino otros quinientos metros o algo más y nos bajamos del coche para pasear por las dunas. Al mirara atrás vimos que el grupo de beréberes se acercaba. Las niñas con muchos objetos en las manos y un hombre con un dromedario. Reconocí al mismo hombre, no al animal, que me ofreció un paseo en dromedario la primera vez que estuve aquí. Como tampoco había mucho más que ver y siendo ya la hora de comer nos acercamos al coche. A las niñas les quedaban unos cien metros para llegar a nuestra posición. Al ver que nos dirigíamos al automóvil empezaron a correr como posesas incluida la mujer que ya estaba algo entrada en años. Fue impresionante ver como se desplegaron cerrando todo camino de escape y como se lanzaron sobre el coche. Yo, en cuanto las vi correr entré y cerré mi puerta aunque no arranque a pesar de las protestas de mi compañero. No quería empezar a mover el coche con alguna delante porque veía la desesperación en sus caras y no me fiaba que se apartasen. Mi compañero a su vez se ocupó su asiento pero no cerro la puerta, no se si por inconciencia o por falta de reflejos. El caso es que 6 o 7 niñas se abalanzaron sobre él, peleándose por un sitio en primera fila y poniendo objetos de artesanía, pulseras y unos camellos de lana feísimos, en las manos y el regazo de mi copiloto. La situación era grotesca, al principio reímos e incluso saqué unas fotos del ataque. Deje de hacerlo cuando miré la cara de aquellas niñas, su expresión de verdadera desesperación por vender algo, los codazos que se daban con saña. En un intento de calmar las cosas cogí un camello y una pulsera y pagué con las monedas que salieron de mi bolsillo. No las miré, la niña que las cogía tampoco. Di un par de palmadas, grite "Le, le, le" y "Sava" pero como si predicase en el desierto. No se apartaron de la puerta que seguía abierta. Mi compañero dio un grito de desesperación. Yo arranqué el motor y viendo que no había ninguna delante aceleré fuertemente en punto muerto y con el freno de mano puesto. Alguna de nuestras atacantes se apartó. Quité el freno, puse primera y avancé. Todas las niñas dieron un paso atrás y cuando mi amigo intento cerrar la puerta la mujer mayor se agarró a ella y empezó a seguirnos. Aceleré un poco pero la pobre mujer no quería soltar su presa. Frené un poco lo que hizo que se golpease contra la puerta pero no se soltó. Mi copiloto le empezó a hacer cosquillas, creo incluso que le cogió una teta sin querer, y la mujer se limito a reír pero no se soltó. Aceleré un poco más y al final le faltaron las fuerzas y nos dejó marchar.

Viéndonos "libres" de aquella situación mi amigo y yo reímos a carcajada limpia.

Por la tarde, antes de emprender el viaje de regreso, mientras contemplaba de nuevo uno de los más bellos atardeceres de mi vida reflexione sobre el asunto y sobre lo triste que puede ser la vida. Quizás algún día os cuente mi opinión al respecto.

Túnez día 55: Volvemos a las andadas

Hace ya algún tiempo escribí sobre lo fácil que puede llegar a ser acostumbrarse a ciertas cosas. Recuerdo aún que el post fue un  tanto "polémico" por la contestación de uno de mis lectores.

Yo no le di mucha importancia, a mis opiniones me refiero. Pensaba en el fondo que cada cual es como es se vea obligado a dormir por una vez en colchón de plumas o sobre la hierba.

 

Que de cierto es eso que la disciplina fortalece el espíritu y los vicios, ya sean estos simples lujos o no tan simples, lo debilitan.

 

Estoy alojado en un buen hotel. La habitación es limpia y confortable. La cama cómoda y el agua de la ducha caliente.

A punto he estado de pedir que me la cambien.

Indignado por la falta de consideración.

¿Qué han sido de las habitaciones en primera planta, con terraza al jardín y distribución duplex en la que me había alojado en las otras ocasiones?

Me acabo de duchar con agua fría como castigo a mis pensamientos sibaritas.

 

Aún estoy pensando si dormir hoy en el suelo para redondear el escarmiento

Túnez, día ya ni se sabe.

Hace bastantes días que no escribo nada en este diario de viaje y por ende no he publicado nada en el blog. Hoy por hoy uno es el otro y el otro es uno.

Acabo de comprobarlo, nueve días. Eso es mucho tiempo. Además ni siquiera voy a publicar esto hoy o mañana o quizás pasado mañana.

Reflexionando sobre lo sucedido veo días aburridos de trabajo y viaje.  Veo un viaje relámpago a casa.

Regreso al hogar por Navidad, como el turrón. Sorpresas para todos, llantos y risas por igual. Emoción a raudales.

Noche Buena y Navidad. Dos fechas entrañables y llenas de recuerdos han pasado igual de fugaces que mi estancia en el hogar.

 

Aún recuerdo esas largas veladas del 24 de Diciembre. Esa cena pausada seguida de un festín de dulces al calor de la mesa de camilla. Villancicos, risas y por alguna extraña razón la televisión sintonizada en la única cadena que había la Primera (la segunda es documental e informativa, pero no navideña, así que no cuenta). No se le hacía mucho caso pero el especial de Noche Buena era el hilo musical de la larga sobremesa. Pero para larga la sobremesa de Navidad, que se extendía durante horas interminables. Los postres se hacían merienda y las sobras se convertían en cena. Entre comida, juegos y primos parecía que ese día no iba a acabar nunca y acaba cuando empezaba a empachar, justamente cuando debía de hacerlo.

 

Ahora, cuando he querido saborear los mazapanes, me he encontrado subido a un avión rumbo a Túnez. Y siento decirlo pero aunque me hubiese quedado un mes en casa las fiestas hubiesen sido igual de rápido. Creo que cuando se crece el reloj decide ir a un ritmo diferente que cuando eres niño.

 

Niños...es por eso por lo que he empezado a escribir hoy.

No, realmente he empezado a escribir porque he tenido un momento de tranquilidad. Me encuentro en el tren y rítmico va y ven con el que te acuna siempre me ha hecho pensar. No ocurre lo  mismo con el autobús o el avión. Tienen otros encantos pero el tren te permite encontrarte contigo mismo. Al menos te permite descansar y pensar durante un rato. 

He pasado mucho tiempo de mi vida cuidando niños. He sido voluntario en un par de asociaciones infantiles y juveniles. Es sorprendente con que sencillez se enfrentan a la vida. Sencillez que a veces los adultos no llegamos a comprender.

 

Hoy me han acompañado muchos niños en mi viaje de regreso a casa. Desde la pequeña futura Miss España, una pequeña rubia que jugaba con maquillaje y que tenía embobados a todos los azafatos de Tunisair, incluyendo el mostrador de facturación hasta una criatura de 3 meses que miraba todo con sus ojos bien abiertos como

Sin olvidarnos con el niño rizado con el que he estado jugando al escondite en el avión o era en la jungla, quizás fuese en un barco pirata. No lo recuerdo con seguridad.

 

La mirada de un niño, su capacidad para imaginar mil y un mundos maravillosos. Me pregunto hasta que punto nosotros, los adultos y nuestro mundo, les influenciamos, los moldeamos hasta adaptarlos a lo que creemos es la visión correcta de la vida.

Hoy en el avión, tras el despegue he vuelto a mirar por la ventanilla. Esta vez más interesado que otras porque un niño que se sentaba detrás de mí miraba casi con devoción, le faltaban ojos y ventanilla para descubrir todo lo que quería.

 

En un momento dado se ha girado y le ha dicho al padre: ¡Mira papa, mira! Las casas...que pequeñas. Se parece al Googlemap.

La normalidad, la referencia para este niño es una pantalla de ordenador. El mundo real lo ve cada día en su cuarto y este avión con su pequeña ventanilla no son más que intentos no muy conseguidos de imitar esa realidad.

 

 

Túnez, día 46: Cuestiones demasiado personales

Acabo de leer el royo que solté ayer y me ha dado vergüenza. ¿Cómo puedo tener esta capacidad de verborrea tan incontrolada? Y eso que hice propósito de enmienda.

Aún así escribiendo sin control ayer se me olvido mencionar la que iba a ser la idea central del día.

Haciendo un poco de memoria  recuerdo los primeros días de mi estancia en Túnez. Todo era nuevo, fascinante y exótico. Entre otras cosas yo mismo.

Aquí en el sur el turismo aún no ha arrasado. Así que un extranjero  llama un poco la atención Sobre todo si como yo se mueve fuera de los círculos habituales. 

El caso es que con el paso de los días le fui cogiendo el pulso al país, aprendiendo algunas palabras y empecé, creo, a pasar desapercibido. Aunque a veces ocurren cosas como ser el primer extranjero que como en cierto restaurante de comida rápida en Gafsa y eso que lleva un par de años abierto.

 

Ayer volví a sentirme, sino exótico, si diferente. 

Como ya conté íbamos cuatro en el coche sin rumbo fijo. Un colega tunecino y su novia en el asiento de atrás. Yo conducía mientras que la carabina iba cantando bellas canciones tunecinas.

En cierto momento deja de cantar y me mira con bastante curiosidad. En su cabeza va tomando forma una pregunta que no se atreve a formular en voz alta. You aren't muslim? dice de repente. Eso ya me lo había preguntado en la cafetería. Yo niego conla cabeza sin apartar los ojos de la carretera. So you don't... duda y suelta una palabra en árabe que por supuesto no entiendo. Mi amigo deja por un momento de besar a la novia y se descojona de risa, pero no dice nada y sigue a lo suyo. Yo me mosqueo por dentro, ya que ni la Meca, ni el Ramadan, ni rezar cinco veces al día, suelen ser aquí motivo de risa. 

Entonces como ya está lanzada, la carabina hace un par de gestos con las manos que me dejan completamente helado mientras los hace y cuando unos segundos después descifro su significado: Si yo no soy musulmán entonces yo no estoy....CIRCUNCIDADO. Jejeje. No me lo podía creer. Vaya con la preguntita. Aquí empecé a creer que la carabina no era tan inocente como aparentaba. 

Yo le solté a bocajarro que no y que ni falta que me hacía. Que el doctor nunca había visto necesidad de ello en mi caso. Ella me intenta explicar que de todas formas es bueno para la salud (razonamiento recurrente cuando algún tunecino intentando convertirme al Islam me dice que comer cerdo es malísimo para la salud mientras yo me acuerdo del jamón ibérico 5 jotas...aunque esa es otra historia). Yo le replico que por mi parte no hay problema, que yo me lavo muy bien todos los días, haciendo hincapié en mis zonas mas intimas y delicadas.

Tras un silencio, bastante corto para mi gusto, vuelve a la carga y me pregunta que como es. Le dije que se echara un novio no musulmán y al momento me arrepentí de mis palabras al ver que esbozaba una sonrisa picarona.

Pero que coño, no le iba a explicar como es mi pene, no me llega el vocabulario en inglés...y no iba a enseñárselo, que estaba conduciendo.

 

Túnez día 45: Haciendo de carabina a la vieja usanza

No se si lo he comentado alguna vez pero en general no me gusta generalizar. Cuando se escribe un diario de viaje a veces se tiende a hacerlo. Algunas anécdotas, algunas historias se narran como si todo el mundo en el lugar donde las has vivido hiciese lo mismo. Luego estás las costumbres, las normas de cortesía, los usos...que son una fuente inagotable de anécdotas. Que hay que conocer para al menos no meter la pata y no ofender a nadie.

 

La última vez que estuve en España le comentaba a algún amigo que en cierto sentido, aquí en Túnez, me parecía estar perdiéndome la mitad de la película. Me refería a que en el trabajo y fuera de él solo estaba con hombres. Hablar con alguna mujer tunecina parece a veces una tarea casi imposible. Tras esa frase ya he caído en la primera generalización de hoy.

Si que es verdad que tengo que hacer ciertas distinciones entre la capital y la ciudad donde me encuentro ahora. Diferencias entre una ciudad del norte y otra del sur, diferencias entre una gran ciudad y una ciudad de provincias. Posiblemente lo que hoy voy a contar muchos lo habéis vivido en España, sino en formas si en el fondo.

Una de las cosas que más me chocaron en mi regreso a España fue encontrarme en los bares y en las discotecas a hombres y mujeres. Después de varias semanas en una ciudad donde en los bares solo hay hombres y la única mujer que vi en una sala de baile fue precisamente la bailarina sobre la que hablé en su momento. En los restaurantes si que he visto alguna mujer, pero nunca sola siempre con el que supongo era su marido o bien con un par de amigas y sus hijos. Ver alguna chica joven en la calle más tarde de las siete o las ocho de la tarde es algo bastante inusual. Seguimos con las generalizaciones y así no voy a ningún lado.

 

El otro día, mientras tomábamos café, un tunecino me comento que se había echado novia. Yo le felicite y le dije que se lo había notado, que de vez en cuando hablaba por teléfono se le cambiaba la cara y la voz. Cara de besugo al horno como decía mi amiga Ines.

Bastante curioso respecto a este tema le pregunté como la había conocido y todo ese rollo. Sin vida social aparente, sin lugares de marcha y con bastantes familias tradicionales aquí en el sur no veo como. Me dijo que vivía cerca de su casa, que la veía pasar por su calle y se las había ingeniado para conseguir su número de teléfono. Me pregunto que si quería conocerla y le dije que si, que por supuesto. Me dijo que acababa de hablar con ella y que le había explicado donde estábamos. De hecho estábamos en la terraza de un bar cercano a su casa. Al cabo de los minutos señaló disimuladamente a una chica que pasó enfrente de nosotros caminando por la acera y me susurro que era ella.

Estupefacto le pregunte sino se iba a acercar y dijo que no, que había mucha gente, que alguien podías verlos, que estábamos en una ciudad donde todo el mundo se conocía...

Me quedé de piedra.

Entonces recordé algunas películas antiguas donde se ve como el hombre se acerca a la reja de la casa de ella  para hablar con su amada o escenas donde los amantes se lanzan miradas y sonrisas en la misa del domingo. En general la ambientación de esas películas es muy diversa. A veces cincuenta años, a veces doscientos. Tiene que ser duro, pensé, así se lo dije a mi amigo.

Me contó también que otro día quedaron para tomar café en un bar bastante nuevo donde no suele ir nadie y que aún así pasaron todo el rato temerosos de que alguien los viese.

 

Ayer sábado mi amigo me llamo y me dijo que necesitaba un pequeño favor. Había quedado con su novia y con una amiga. Si íbamos los cuatro la gente no murmuraría. A mi me olió a carabina y a grito de socorro por su parte. Quien me conoce sabe que no puedo rechazar ese tipo de favores y quien piense mal sobre mis intenciones es que no me conoce

 

El muy mamón lo tenía bien planeado. En cuanto se subieron al coche y tras las presentaciones de rigor, habló con su novia y me soltó un contundente: Roas of Gabes. Debo recordaros que no tengo ni puñetera idea de árabe y que francés solo cazo algunas palabras, así que la posibilidad de equivocarme al narrar ciertas situaciones es alta porque debo basarme en mi sexto sentido para saber que narices estaba sucediendo. 

A pocos kilómetros de Gafsa aparcamos en un bar de carretera. Debo decir que eligieron bien. Un sitio tranquilo, buena música y con un precioso jardín. Lastima de lluvia.

Allí entramos los cuatro. La verdad es que habían hablado poco durante el trayecto. Se les notaba algo nerviosos. Me refiero a mi amigo y a la novia. La carabina estaba en silencio.

Escrutaron detenidamente el local y eligieron un rincón apartado. A mi todo aquello me parecía algo cómico.

Pedimos los cafés. Para mi sorpresa la amiga sabía hablar inglés. No iba a ser una tarde tan aburrida a pesar de todo. Como ya he dicho hasta ese momento no había hablado con ninguna tunecina tranquilamente. Además mi papel en esta historia es entretener a la carabina y sin poder hablar con ella lo veía difícil (ni una sonrisa mal pensada por favor).

La conversación fue bastante interesante. La carabina estudia música y quiere ser profesora. También me cuenta que está un poco cansada de todas estas historias y de lo cerrada de mente que es la sociedad gafsiana. Esto no le impide cumplir su labor de carabina y darle una colleja a mi amigo, o quizás fuese a la novia, al primer intento de beso. Tras esto se olvidó de la pareja que desde ese instante se dedicaron algunos arrumacos y algunos besos en las mejillas y poco más. Todo con mucho recato y pudor. Aunque que queréis que os diga se les notaba el deseo y la pasión en los ojos. Si no estuviese mal visto creo que hubiesen hecho el amor allí mismo. 

Pero no creáis que los nervios habían acabado. De cuando en cuando entraba algún nuevo cliente. Generalmente un hombre. Abría la puerta, miraba en el interior del bar y se iba para regresar en poco menos de un minuto con una muchacha. Durante este tiempo todo el mundo miraba la puerta y le sostenía la mirada al recién llegado con rostro muy serio. A veces me parecía que eran como perros marcando el territorio. Todo aquello duraba hasta que la nueva pareja se sentaba en su rincón.

Sobre esto también se reía mi nueva amiga. De hecho la idea de los perros marcando el territorio fue suya. Yo por mi parte seguía en mi papel, mucha conversación pero con mucho tacto. Ya sabéis, el mayor peligro de estás situaciones es que la carabina le de por cambiar de rol... mi ingles no es tan bueno como para rechazar proposiciones deshonestas de una manera educada y tampoco me apetecía hacer la cobra.

Me contó que si bien le gusta la música no ve nada claro su futuro como profesora, aunque esto le puede dar la oportunidad de salir de Gafsa. Además no era plan de contradecir a su padre (¿a quién le suena?). También me cuenta los problemas para encontrar un buen novio. Y no se refería solo a las mismas cosas que nos habían llevado hasta este apartado bar lejos de ojos indiscretos para mi amigo y su amiga. Me cuenta que su padre es muy tradicional y que tendrá que dar el visto bueno a su futuro marido. Parece ser que cumplir con las exigencias del padre no es fácil. Así que tuvo que cortar con el último novio que tuvo cuando un tío suyo la descubrió y se lo contó al padre. You are not muslim, don't you? bromea mientras me sonrie. En ese momento sonaron todas las alarmas y negué con vehemencia, añadiendo que en mis planes de futuro no se encuentra la idea de la conversión. Creo que capto el mensaje y mi preocupación por lo malentendidos ya que rió y con ganas.

 

La tarde, el café y la conversación la pasé viendo la proyección de esos minutos que me faltaban de la película. Nunca me cansaré de intentar comprender el interesante punto de vista que sobre el mundo tienen las mujeres (hacía bastantes líneas que no generalizaba y lo estaba echando de menos). 

En esas estaba cuando mi amigo propuso que era hora de irse. Hasta ahora me había parecido mucha historia secreta para un simple café y un par de abrazos. Por un lado me sorprendía la inocencia del asunto y por otro me parecía muy triste. Mi lado más romántico se estremecía solo de pensar cuantas historias de amor se habían desvanecido en silencio por culpa de aquella situación. Del sexo, el vicio y la depravación os prometo que ni me acorde. Aunque debería haberlo hecho. 

Nos montamos en el coche. Mi amigo se sentó atrás con la novia. Esta vez fue la carabina quién me dijo donde ir. No iríamos directamente de regreso, me quería enseñar una cosa. Al menos eso fue lo que entendí. Puse la radio. En el dial que suelo escuchar daban noticias, en francés, así que presioné el botón de búsqueda  y la radio se paró en una cadena de música tunecina. Mi nuevo copiloto se puso a cantar, lo hacía realmente bien. En el asiento mi amigo no perdía el tiempo, mejor dicho era ella quién no lo hacía. Tal como arranque se abalanzó sobre él y empezó a comérselo a besos. Mi imagen de la relación idílica y a distancia se esfumó en un suspiro. El que di mientras cambiaba de posición el espejo retrovisor en un vano intento de darles intimidad. Miré a la carabina y mi cara tenía que ser un poema porque dejó de cantar y me explico que lo que estaba sucediendo era bastante normal (ahora es ella quién generaliza). Today they are lucky. Y continúa diciéndome que no es normal tener a alguien que conduzca y que si quieres algo más aparte de la intimidad de estar solos en un coche pero en marcha debes parar. En ese  momento recuerdo que las carreteras de Túnez están llenas de policías y no creo que sean muy considerados con las parejas que encuentren en plena faena (pedazo de eufemismo que acabo de sacarme de la manga).

 

Se hace de noche y entre canto y canto mi copiloto me guía de nuevo a Gafsa. Dejamos a ambas donde las recogimos y mi amigo con una sonrisa en lo labios me dice, Come on, I want to invit you to have the dinner. Yo acepto convencido de que me lo he ganado.

 

 

Ahora me encuentro en la habitación del hotel escuchando música bastante ñoña y pensando sobre todo lo que ha sucedido. Me parece triste y patético tener que llevar una relación de este modo. Pero no es culpa de ellos. Vuelvo a recordar las películas antiguas. En ellas los amantes siempre se las ingenian para verse en secreto.

 

Sigo escuchando la música, hoy me encuentro melancólico. Seguro que es culpa de este tiempo de mierda.

Pienso en todo lo que se están perdiendo. Vuelvo a oír risas mal intencionadas pero estoy pensando en nada puramente carnal.

Pienso en lo hermoso que es compartir ciertos  momentos, poder pasear cogidos de la mano por el parque con cara de besugo al horno. Gritar a los cuatro vientos que estás enamorado. Darle un beso en publico a la persona que amas simplemente porque si porque es ella.

Una relación hay que cuidarla, regarla con mucho amor y procurar que le de el Sol. Bajo la sombra del miedo pocas crecen sanas y fuertes

Túnez, día 41: Adaptación o cuestión de costumbres

Siempre me ha impresionado la capacidad del ser humano para adaptarse a casi cualquier situación. Será por eso por lo que aún seguimos dando vueltas por el universo a pesar del empeño colectivo en lo contrario.

La versión casera de la adaptación es la manera, a veces tan sencilla con la que nos acostumbramos a las cosas o con la que no nos acostumbramos a ellas.

Hace un par de días regresé a Túnez y lo primero que sentí fue un poco de miedo. Miedo a haberme acostumbrado. Todo me resultaba conocido. Ni siquiera el hecho de cambiar de hotel (impresionantes algunos de los hoteles donde me estoy alojando) me ha quitado esa sensación algo monótona.

Es el inconveniente de acostumbrase a las cosas, facilita la vida porque aprendes de la experiencia pero va mermando la capacidad de asombro.

Y sin capacidad de asombro esos pequeños detalles sobre los que ya he hablado van perdiendo su valor.

No estoy escribiendo sobre nada nuevo. ¿Cómo creéis que nació el puenting? La gente se acostumbra a su vida, pierde el interés por los regalos cotidianos y decide tirarse por un puente. Hasta que alguien vio el negocio y propuso que antes de tirarse la gente se atara a una cuerda. No por caridad sino porque muerto el cliente no repite el salto y eso no es rentable.

Pero me estoy yendo por las ramas, como siempre.

 

Durante mi viaje al sur, si, me han vuelto a mandar aquí, he realizado mi puenting particular. No ha sido nada premeditado. Me he despistado en la salida de la autopista, la única que hay en el país, y en vez de dar la vuelta he decidido atajar por vamos a llamarlas carreteras secundarias.-por no llamarlas cuaternarias que es cuando se debieron construir. Toda una inmersión en el Túnez profundo.

Si lo piensas bien no me he encontrado con nada que no me encontraría en España. Pequeños pueblecitos en mitad de ninguna parte, compuestos por tres casas y una calle, la carretera. Ancianos tomando café o te en la puerta del bar. Gente de campo recogiendo los aperos para regresar a sus casas. Niños jugando en las calles. Lo dicho nada alejado de lo que encuentras en algunas zonas de España, salvo quizás las ropas y los turbantes.

En eso iba pensando cuando me para la policía y van ya más de una docena de veces desde que he llegado. Enseño mi carné de conducir y al verme extranjero el agente me solicita el pasaporte. Esto ocurre en una carretera que la vamos a llamar así por el asfalto, ya que llevo más de 20 Km. sin ver una señal de trafico ni líneas blancas en el suelo y en la cual llevo media hora sin cruzarme un coche. En un lugar que por no haber no hay ni desierto. Pero en el que alguien ha ordenado que se aposte un policía.  Estoy sacando mi pasaporte cuando en dirección contraria aparece un carro tirado por un caballo y conducido por dos jóvenes que no pasan de la veintena.

El agente se separa del coche y les da el alto.

Yo me sonrío, control de policía a un carro. Me pregunto que papeles les va a pedir. Mi sorpresa es mayúscula cuando veo que el carro en vez de frenar acelera. El policía que no sale de su asombro pone cara de mala leche, me arroja el pasaporte y me grita "Sava Sava" haciéndome gestos para que me vaya.

A los del carro se les ha caído el pelo, pienso mientras reanudo la marcha, si les atrapan, porque por el espejo retrovisor puedo observar como el policía echa a correr tras los fugitivos. Se encontraba allí sin coche, moto o bicicleta.

 

Así me alejo con la imagen del policía corriendo walkitaki en mano. Y yo que había pensado que está estancia en Túnez iba a ser más aburrida por culpa de la adaptación, digo de la "acosrumbramiento"

Túnez, día 38: Ese grandísimo hijo de...

Sin hacer referencia al titulo, hoy me he acordado de cierto Personaje amigo mío.

Llevo un par de días bastante ocupado, aunque la tarea es bastante sencilla: Se conduce por una carretera siguiendo las líneas de alta tensión hasta encontrar una subestación de potencia (realmente no están tan perdidas como parecen, siempre hay algún pueblo cercano como referencia), se desembala el equipo, se monta encima de las cajas de cartón porque hay que trabajar cerca del armario de comunicaciones. Su lugar definitivo en la oficina está en otra habitación o incluso en otra planta y habría que dar cientos de paseos para ir comprobando el resultado del trabajo sin contar las miles de manipulaciones durante el proceso. Se conecta el equipo. El trabajador, o sea yo, se sienta en el suelo o trozo de madera e instala todos los programas de control y comunicación necesarios. Hasta ahora he intentado ser lo menos transparente posible para no rebelar información secreta sobre mi trabajo. Si así lo hiciera tendría que buscaros y eliminaros uno a uno antes de que me despidiesen.

Por ahora como he dicho parece sencillo. Además estoy completamente equipado. Tengo un portátil con todos los manuales. Poseo cables y conectores. He comprado coca cola y patatas fritas. Por si fuera poco me acompaña un técnico que sabe montar y desmontar cables de red con los ojos cerrados. Tengo también un móvil repleto de números de gente que puede resolverme las dudas. Ya conocéis el dicho, sino sabes hacerlo al menos ten a mano alguien quien sepa.

Me voy a repetir. Hasta ahora parece sencillo.

PUES YO ME CISCO EN TODA LA FAMILIA DEL MURPHY DE LAS NARICES Y EN TODO SU TEOREMA, LEY O LO QUE PUÑETAS SEA.

Hoy mi tostada estaba untada de mermelada hasta por los bordes. Ni dos puñeteros pasos seguidos.

No os podéis que "miedo" he pasado cuando de vuelta a Gafsa ha empezado a llover y me he dado cuenta que el coche lo tenía en reserva...a "solo" 20 kilómetros de la gasolinera más cercana. Yo miraba a todos lados. Si aparece alguien parecido al mencionado grandísimo hijo de...lo atropello antes de quedarme sin combustible.

Túnez, día 36: Pequeños detalles

En los tiempos muertos mientras conduzco hacia el hotel, suelo pensar sobre que voy a escribir en este diario.

Tengo varios temas en el tintero y en los días como este, de rutina y trabajo, me planteo escribir sobre ellos pero ninguno me sacude el alma, la mente o el estomago como para lanzarme a ello.

Hoy he escuchado una canción bellísima. Llena de sentimiento, la melodía melancólica que rompía el alma para después ir reconstruyéndotela pedacito a pedacito, decía en su estribillo algo así como que la vida son dos días.

Pensaba en esa canción, que probablemente era lo más destacable del día. Pero me parecía muy triste y nada parejo a mis sentimientos.

Entonces me ha venido a la cabeza un tema que está siendo recurrente en este diario de viaje, aunque a veces algo borroso, siempre aparece con cada imagen que intento describir.

Me refiero a los pequeños detalles que la vida te regala sin preguntarte, acertando siempre...aunque no siempre sabemos agradecérselo ni siquiera disfrutando de ellos.

Descubro además que mucho de los temas sobre los que aún no he escrito y posiblemente nunca escribiré se refieren a pequeños detalles.

En la puerta del hotel me detengo un rato pensando en todo esto, saludo al entrar a la recepcionista y al botones. Tanto tiempo aquí que ya soy como de la familia. Recorro el largo pasillo hasta mi habitación y sigo dándole vueltas a lo de los detalles pero sin encontrar la forma adecuada, la imagen precisa que me empuje a escribir.

Estoy hablando de pequeños detalles, de como disfrutarlos, de como aparecen sin más y hacen que la vida no se parezca tanto a ella misma y más a lo que nos gustaría que fuese.

Al entrar en la habitación casi me pongo a llorar de la emoción. El corazón me ha dado un vuelco y una sonrisa se ha posado en mi cara, dándome cierto aspecto de idiota y no me apetece espantarla de ahí.

La cama no era tal sino una pequeña obra de arte. Siempre me había encontrado algo especial, generalmente la segunda manta doblada en forma de lacito. Ni que decir tengo que los días que no había tal lacito lo echaba de menos. Hoy no hay lacito, en su lugar encima de la cama tengo una manta plegada en forma de flor. Flores rojas, geranios, es lo que han colocado en las esquinas y encima de la flor. Y una caravana de pétalos es lo que adorna mi almohada.

Le debo otra más a la vida, pero algo me dice que no me la va a cobrar. Esta corre de su cuenta.

Actualiazacion:. una buena sorpresa es la que no acaba cuando parece. Esta mañana, al ir al baño mas dormido que despierto, he levantado la tapa del inodoro (yo siempre la bako despues de usarlo,jeje) y alli me he encontrado un ramillte de pequeñas florecillas rojas dandome los buenos dias. He dudado por un momento y al final me he dicho: a tomar por saco, tengo que hacer cosas importantes, no puedo pasarme una hora contemplando embobado el vater y no pienso mear en el jardin. Tota la magia ha comenzado un nuevo dia que doy por seguro estara repleto de pequeños detalles y sorpresas

Túnez, día 35: Anécdota

Llevo todo el día acordándome.

Anoche apenas pude dormir. Es lo que pasa con las anécdotas, sueles acordarte de ellas cuando no puedes escribirlas y tienes miedo de olvidarte de ellas.

Esta no es espectacular pero tiene su aquel. Además si nos ponemos serios nos proporciona un buen tema de conversación.

Después de todo un día de excursión me encuentro en un de mis últimos destinos, Chebika. Allí, al borde de un precipicio con unas vistas espectaculares del oasis y del desierto, escucho como un tunecino, con turbante y traje típico, vestido para la ocasión, relata ciertos detalles de la historia del pueblo a una pareja de españoles.

Yo que soy educado y quería en parte sorprender a los españoles, ya sabéis compatriotas en tierras lejanas y todo eso, saludo con un buenas tardes. El matrimonio sin mucha sorpresa me contesta con un escueto UmmTardes. El tunecino me mira, sonríe y suelta un ¡Que pasa Neng! con una pronunciación caso impecable.

El Barca, el Real Madrid y el Neng, cultura española a la conquista del mundo.

Túnez, día 34: Otro domingo, otro regalo

No es la primera vez que escribo un diario de viaje y se una, me es más difícil escribir un día que no haya ocurrido nada que un día que hayan pasado muchas cosas. Los recuerdos se me agolpan en la memoria peleando por salir, lo sentimientos son diversos y generalmente enfrentados, las anécdotas cómicas se codean con los momentos melancólicos.

Este domingo, como casi todos los que he vivido en este país, ha sido un regalo que me he hecho. Estoy aquí para trabajar, para dejar contento al cliente-a buen entendedor-, como ya dije alguna vez, suelo ser bastante gilipollas y he trabajado incluso algún sábado (puedo escuchar las risas desde aquí), pero los domingos me los regalo. Nada de hotel, nada de haber que hacemos hoy. Los domingos, por ahora, son a ver que hago hoy, en singular. Quien quiera que me acompañe.

Escalope-man se ha ido, me ha abandonado. La culpa no es suya. Este fin de semana estoy con unos compañeros de la empresa. Buena gente, el argentino el que más.

A pesar de serlo, ayer no dudaron en que fuésemos a trabajar. Hoy se han quedado en el hotel. Haciendo no quiero saber el que. El argentino al menos se ha levantado tarde. Lo siento, parece un buen compañero de viaje, aunque creo que hubiese pedido volver temprano, tenía (quizás aún lo tenga) trabajo que hacer para mañana.

Llevo ya unas cuantas líneas y aún no he contado anda de lo que he hecho hoy. Es que los recuerdos se me agolpan, los sentimientos son diversos...eso ya lo he contado.

Ha sido un día redondo, para enmarcar. Por lo bueno y por lo malo.

He salido temprano, como a mi me gusta. Hacia el sur, hacia el desierto, sin ningún plan definido

Recuerdo una escena de Lawrence de Arabia-inmenso Peter O'Toole-cuando el jeque árabe le dice a Lawrence algo así como que él, Lawrence, es otro de esos locos que aman el desierto pero que ellos los árabes lo que aman es el agua, las plantas, la vegetación que no tienen y con la que sueñan cada día. Creo que yo soy uno de esos locos enamorados del desierto. Ya de pequeño jugaba a exploradores en las dunas de Doñana y la mayoría de los cuentos que invento-tendré que escribirlos algún día-me gusta ambientarlos en algún lugar árido y desértico. Y aunque nuca tuve el valor de convertirme en el explorador que soñaba de pequeño he aquí que la vida generosa como siempre me da la oportunidad de cumplir mi sueño (ya se lo cobrará más adelante, estoy seguro)

Mis pasos o mejor dicho mis golpes de volante me han llevado a Nefta, la Princesa del Desierto, ciudad puerta entre el mundo controlado a medias por el hombre y el Gran Erg, el desierto del Sahara.

Esta vez he hecho lo que hace tiempo que no hago, contratar a un guía. Un señor mayor, de más de 55 años, con cuarenta de oficio en las espaldas según me ha contado. He ha conducido placidamente por la zona antigua, sus callejuelas, sus casas de ladrillo berebere, sus puertas. Me lo ha ido explicando todo, en francés e italiano, incluso ha usado algunas palabras en alemán. Como último recurso me señalaba y lo decía en árabe, para que yo lo aprendiese. Tal despliegue de lenguas es para quitarse el sombrero y aplaudir. A el por conocerlas y a mi por entenderle porque creo que le he entendido todas las historias que me ha contado, y han sido varias. Hemos paseado tranquilamente por el oasis, he comido 5 o 6 tipos diferentes de dátiles, me ha enseñado a diferenciarlos, a distinguir los maduros de los que no lo están.

He comprobado con mis propios ojos una realidad que todos conocemos: el agua es la vida. Eso no es nuevo, todos lo sabemos. Vale, vale. Aquí esa idea se hace más real que en cualquier otro sitio. Observas perplejo como a un lado del camino una vegetación exuberante, llena de vida y color observa sonriente al sol celebrando la vida, el agua, en todo su esplendor. Al otro lado del comino, sin solución de continuidad, se encuentra...nada. No hay nada. La vida es segada sin compasión. No hay agua no hay vida. A simple vista no la hay, sobre los métodos de supervivencia en condiciones de vida adversa y otros milagros de la naturaleza al National Geographic me remito. Aunque esos milagros se sustentan en encontrar agua o retenerla. Al otro lado del camino se extienden cientos y cientos de kilómetros de la región más dura y peligrosa del planeta, al menos hasta que vaya a la antártica y escriba desde allí un diario de viaje.

Para los que esté diciendo que no es para tanto, decirles que pueden que tengan razón. Aquí le "verdadero" desierto, al de arena, dunas y viento está acompañado del Chott. Blancas depresiones saladas que se suceden durante más de trescientos kilómetros. Estos traicioneros amigos tan pronto recogen el agua de la lluvia, como superan con facilidad los treinta grados. El aire vibra suavemente, como si cantara en silencio. Las imágenes se hacen difusas y un eterno mar se vislumbra en la lejanía. Un mar maldito, juguetón, que te vigila y se aleja de ti lo justo para mantener la distancia, lo justo para mantener la ilusión y la esperanza.

Caminando junto a aquel hombre, haciendo fotografías según sus indicaciones o según las mías, atento a sus gestos, a sus palabras me he traslado en el tiempo. No estoy invocando la tan manida imagen poética de verme recorriendo la ciudad en su máximo esplendor, escuchando los ecos del mercado, las caravanas beréberes llegando desde el corazón del desierto, los imanes en las mezquitas-esto aún permanece, Nefta tiene 26 mezquitas. No, es algo más personal. Viendo a este hombre, entrado en años, moreno, con arrugas en la piel, una mirada que dice más cuando calla que cuando habla me viene a la mente otro hombre del desierto, en principio sin rostro. Pienso en películas, intento recordar pasajes de libros pero siento que hay una pieza que no encaja. Entonces me fijo en su cojera y pienso lo que ya he dicho muchas veces. La vida se construye a base de detalles, y de casualidades. Un hombre cojeando me guía en el desierto del Sahara y recuerdo otro desierto a miles de kilómetros de distancia. El primer gran desierto que conocí, el Gobi y recuerdo el hombre que nos condujo, a mi hermana, a mis amigos y a mi, a conocer sus secretos. Un hombre moreno, piel curtida por el viento de aquel desierto, un hombre que miraba siempre al horizonte, buscando el mejor camino. Un hombre del desierto, un hombre que también cojeaba.

Leí hace tiempo que para escribir hay que vivir. Todavía no me he decidido a darle la razón, pero está claro que hoy he vivido mucho. Se hace tarde, mañana he de madrugar pero no puedo parar, creo que hoy padezco de incontinencia verbal. Como casi siempre.

Toda una mañana no han sido suficientes. El cuerpo, la mente y el alma me pedían seguir explorando. Deposito lleno, botellas de agua, sin cobertura en el móvil, sin mapa y el sol como referencia. Las condiciones perfectas para atravesar chott El-Gharsa dirección a Chebika (un saludo a los fans de la Guerra de las Galaxias). No voy a hablar mucho más del paisaje. Lo dicho anteriormente y las fotos hablan por si solas (poco a poco se acaba la incontinencia verbal). No ha sido mucho recorrido en coche, unos 60 Km., la autentica aventura automovilística vendrá después, pero ha sido fascinante. Una carretera completamente recta y llana, el Chott a ambos lados y al frente las montañas...y ni un solo coche con el que cruzarse.

Chebika ha sido la sorpresa del día. Pensaba encontrarme un par de palmeras enclavadas en un risco rodeando un pueblo de reciente construcción. Nada más lejos de la realidad. El oasis pequeño pero elegante, está custodiado por las ruinas de un pueblo abandonado. La fuente, de aguas cristalinas es fácil de encontrar siguiendo el canal de riego principal. Todo rodeado de montañas y rocas. Para los cinéfilos decir que aquí se rodó el Paciente Ingles y que seguro George Lucas se paso hace ya mucho tiempo para rodar alguna escena de la Guerra de las Galaxias. El paisaje es agreste y rojizo. Las rocas están cortadas a cuchillo, en láminas de diversos grosores. Se pueden distinguir incluso restos fosilizados de restos marinos. Ya se va aclarando lo de la sal del Chott. Poco más que decir, salvo tal vez que desde lo alto de uno de los riscos cercanos he podido contemplar uno de los atardeceres más hermosos que haya visto en mi vida. Los ocres, naranjas y morados se fundían con el blanco y amarillo del horizonte. Las finas nubes, oscuras, prometiendo una lluvia que no siempre llega, hacían que la paleta de colores fuera más original de lo habitual, menos limpia, mucho más difusa. Desde mi atalaya podía ver cientos y cientos de kilómetros de desierto. Ahora me explico porque el ejército romano tenía una pequeña guarnición en este solitario paraje.

Del regreso de noche por una carretera de montaña no voy a comentar nada. Quiero demasiado a mi madre para darle ese disgusto.

Un día largo y muchas ganas de escribir. La habitación del hotel está hoy más triste que de costumbre. Me imagino, escribiendo estas líneas, sentado con vosotros, tomando un café o un te, riendo, hablando, contando estas mismas historias que ya conocéis por el blog y que escucháis con paciencia. A veces me cayo e intento sacaros algún tema diferente, pero todos sabéis que es superior a mis fuerzas y de nuevo me preguntáis por este o aquel detalle, sabiendo que eso abrirá de nuevo el baúl de los recuerdos e historias.

Y pediremos otro café o un te o quizás se haga tarde y nos pidamos algo más fuerte.