Túnez día 45: Haciendo de carabina a la vieja usanza
No se si lo he comentado alguna vez pero en general no me gusta generalizar. Cuando se escribe un diario de viaje a veces se tiende a hacerlo. Algunas anécdotas, algunas historias se narran como si todo el mundo en el lugar donde las has vivido hiciese lo mismo. Luego estás las costumbres, las normas de cortesía, los usos...que son una fuente inagotable de anécdotas. Que hay que conocer para al menos no meter la pata y no ofender a nadie.
La última vez que estuve en España le comentaba a algún amigo que en cierto sentido, aquí en Túnez, me parecía estar perdiéndome la mitad de la película. Me refería a que en el trabajo y fuera de él solo estaba con hombres. Hablar con alguna mujer tunecina parece a veces una tarea casi imposible. Tras esa frase ya he caído en la primera generalización de hoy.
Si que es verdad que tengo que hacer ciertas distinciones entre la capital y la ciudad donde me encuentro ahora. Diferencias entre una ciudad del norte y otra del sur, diferencias entre una gran ciudad y una ciudad de provincias. Posiblemente lo que hoy voy a contar muchos lo habéis vivido en España, sino en formas si en el fondo.
Una de las cosas que más me chocaron en mi regreso a España fue encontrarme en los bares y en las discotecas a hombres y mujeres. Después de varias semanas en una ciudad donde en los bares solo hay hombres y la única mujer que vi en una sala de baile fue precisamente la bailarina sobre la que hablé en su momento. En los restaurantes si que he visto alguna mujer, pero nunca sola siempre con el que supongo era su marido o bien con un par de amigas y sus hijos. Ver alguna chica joven en la calle más tarde de las siete o las ocho de la tarde es algo bastante inusual. Seguimos con las generalizaciones y así no voy a ningún lado.
El otro día, mientras tomábamos café, un tunecino me comento que se había echado novia. Yo le felicite y le dije que se lo había notado, que de vez en cuando hablaba por teléfono se le cambiaba la cara y la voz. Cara de besugo al horno como decía mi amiga Ines.
Bastante curioso respecto a este tema le pregunté como la había conocido y todo ese rollo. Sin vida social aparente, sin lugares de marcha y con bastantes familias tradicionales aquí en el sur no veo como. Me dijo que vivía cerca de su casa, que la veía pasar por su calle y se las había ingeniado para conseguir su número de teléfono. Me pregunto que si quería conocerla y le dije que si, que por supuesto. Me dijo que acababa de hablar con ella y que le había explicado donde estábamos. De hecho estábamos en la terraza de un bar cercano a su casa. Al cabo de los minutos señaló disimuladamente a una chica que pasó enfrente de nosotros caminando por la acera y me susurro que era ella.
Estupefacto le pregunte sino se iba a acercar y dijo que no, que había mucha gente, que alguien podías verlos, que estábamos en una ciudad donde todo el mundo se conocía...
Me quedé de piedra.
Entonces recordé algunas películas antiguas donde se ve como el hombre se acerca a la reja de la casa de ella para hablar con su amada o escenas donde los amantes se lanzan miradas y sonrisas en la misa del domingo. En general la ambientación de esas películas es muy diversa. A veces cincuenta años, a veces doscientos. Tiene que ser duro, pensé, así se lo dije a mi amigo.
Me contó también que otro día quedaron para tomar café en un bar bastante nuevo donde no suele ir nadie y que aún así pasaron todo el rato temerosos de que alguien los viese.
Ayer sábado mi amigo me llamo y me dijo que necesitaba un pequeño favor. Había quedado con su novia y con una amiga. Si íbamos los cuatro la gente no murmuraría. A mi me olió a carabina y a grito de socorro por su parte. Quien me conoce sabe que no puedo rechazar ese tipo de favores y quien piense mal sobre mis intenciones es que no me conoce
El muy mamón lo tenía bien planeado. En cuanto se subieron al coche y tras las presentaciones de rigor, habló con su novia y me soltó un contundente: Roas of Gabes. Debo recordaros que no tengo ni puñetera idea de árabe y que francés solo cazo algunas palabras, así que la posibilidad de equivocarme al narrar ciertas situaciones es alta porque debo basarme en mi sexto sentido para saber que narices estaba sucediendo.
A pocos kilómetros de Gafsa aparcamos en un bar de carretera. Debo decir que eligieron bien. Un sitio tranquilo, buena música y con un precioso jardín. Lastima de lluvia.
Allí entramos los cuatro. La verdad es que habían hablado poco durante el trayecto. Se les notaba algo nerviosos. Me refiero a mi amigo y a la novia. La carabina estaba en silencio.
Escrutaron detenidamente el local y eligieron un rincón apartado. A mi todo aquello me parecía algo cómico.
Pedimos los cafés. Para mi sorpresa la amiga sabía hablar inglés. No iba a ser una tarde tan aburrida a pesar de todo. Como ya he dicho hasta ese momento no había hablado con ninguna tunecina tranquilamente. Además mi papel en esta historia es entretener a la carabina y sin poder hablar con ella lo veía difícil (ni una sonrisa mal pensada por favor).
La conversación fue bastante interesante. La carabina estudia música y quiere ser profesora. También me cuenta que está un poco cansada de todas estas historias y de lo cerrada de mente que es la sociedad gafsiana. Esto no le impide cumplir su labor de carabina y darle una colleja a mi amigo, o quizás fuese a la novia, al primer intento de beso. Tras esto se olvidó de la pareja que desde ese instante se dedicaron algunos arrumacos y algunos besos en las mejillas y poco más. Todo con mucho recato y pudor. Aunque que queréis que os diga se les notaba el deseo y la pasión en los ojos. Si no estuviese mal visto creo que hubiesen hecho el amor allí mismo.
Pero no creáis que los nervios habían acabado. De cuando en cuando entraba algún nuevo cliente. Generalmente un hombre. Abría la puerta, miraba en el interior del bar y se iba para regresar en poco menos de un minuto con una muchacha. Durante este tiempo todo el mundo miraba la puerta y le sostenía la mirada al recién llegado con rostro muy serio. A veces me parecía que eran como perros marcando el territorio. Todo aquello duraba hasta que la nueva pareja se sentaba en su rincón.
Sobre esto también se reía mi nueva amiga. De hecho la idea de los perros marcando el territorio fue suya. Yo por mi parte seguía en mi papel, mucha conversación pero con mucho tacto. Ya sabéis, el mayor peligro de estás situaciones es que la carabina le de por cambiar de rol... mi ingles no es tan bueno como para rechazar proposiciones deshonestas de una manera educada y tampoco me apetecía hacer la cobra.
Me contó que si bien le gusta la música no ve nada claro su futuro como profesora, aunque esto le puede dar la oportunidad de salir de Gafsa. Además no era plan de contradecir a su padre (¿a quién le suena?). También me cuenta los problemas para encontrar un buen novio. Y no se refería solo a las mismas cosas que nos habían llevado hasta este apartado bar lejos de ojos indiscretos para mi amigo y su amiga. Me cuenta que su padre es muy tradicional y que tendrá que dar el visto bueno a su futuro marido. Parece ser que cumplir con las exigencias del padre no es fácil. Así que tuvo que cortar con el último novio que tuvo cuando un tío suyo la descubrió y se lo contó al padre. You are not muslim, don't you? bromea mientras me sonrie. En ese momento sonaron todas las alarmas y negué con vehemencia, añadiendo que en mis planes de futuro no se encuentra la idea de la conversión. Creo que capto el mensaje y mi preocupación por lo malentendidos ya que rió y con ganas.
La tarde, el café y la conversación la pasé viendo la proyección de esos minutos que me faltaban de la película. Nunca me cansaré de intentar comprender el interesante punto de vista que sobre el mundo tienen las mujeres (hacía bastantes líneas que no generalizaba y lo estaba echando de menos).
En esas estaba cuando mi amigo propuso que era hora de irse. Hasta ahora me había parecido mucha historia secreta para un simple café y un par de abrazos. Por un lado me sorprendía la inocencia del asunto y por otro me parecía muy triste. Mi lado más romántico se estremecía solo de pensar cuantas historias de amor se habían desvanecido en silencio por culpa de aquella situación. Del sexo, el vicio y la depravación os prometo que ni me acorde. Aunque debería haberlo hecho.
Nos montamos en el coche. Mi amigo se sentó atrás con la novia. Esta vez fue la carabina quién me dijo donde ir. No iríamos directamente de regreso, me quería enseñar una cosa. Al menos eso fue lo que entendí. Puse la radio. En el dial que suelo escuchar daban noticias, en francés, así que presioné el botón de búsqueda y la radio se paró en una cadena de música tunecina. Mi nuevo copiloto se puso a cantar, lo hacía realmente bien. En el asiento mi amigo no perdía el tiempo, mejor dicho era ella quién no lo hacía. Tal como arranque se abalanzó sobre él y empezó a comérselo a besos. Mi imagen de la relación idílica y a distancia se esfumó en un suspiro. El que di mientras cambiaba de posición el espejo retrovisor en un vano intento de darles intimidad. Miré a la carabina y mi cara tenía que ser un poema porque dejó de cantar y me explico que lo que estaba sucediendo era bastante normal (ahora es ella quién generaliza). Today they are lucky. Y continúa diciéndome que no es normal tener a alguien que conduzca y que si quieres algo más aparte de la intimidad de estar solos en un coche pero en marcha debes parar. En ese momento recuerdo que las carreteras de Túnez están llenas de policías y no creo que sean muy considerados con las parejas que encuentren en plena faena (pedazo de eufemismo que acabo de sacarme de la manga).
Se hace de noche y entre canto y canto mi copiloto me guía de nuevo a Gafsa. Dejamos a ambas donde las recogimos y mi amigo con una sonrisa en lo labios me dice, Come on, I want to invit you to have the dinner. Yo acepto convencido de que me lo he ganado.
Ahora me encuentro en la habitación del hotel escuchando música bastante ñoña y pensando sobre todo lo que ha sucedido. Me parece triste y patético tener que llevar una relación de este modo. Pero no es culpa de ellos. Vuelvo a recordar las películas antiguas. En ellas los amantes siempre se las ingenian para verse en secreto.
Sigo escuchando la música, hoy me encuentro melancólico. Seguro que es culpa de este tiempo de mierda.
Pienso en todo lo que se están perdiendo. Vuelvo a oír risas mal intencionadas pero estoy pensando en nada puramente carnal.
Pienso en lo hermoso que es compartir ciertos momentos, poder pasear cogidos de la mano por el parque con cara de besugo al horno. Gritar a los cuatro vientos que estás enamorado. Darle un beso en publico a la persona que amas simplemente porque si porque es ella.
Una relación hay que cuidarla, regarla con mucho amor y procurar que le de el Sol. Bajo la sombra del miedo pocas crecen sanas y fuertes
1 comentario
ESTHER -
(Aquí empieza a hacer frío)