Túnez día 0: En las nubes
Los ángeles son unos pajarracos, pero existan o no yo los envidio porque tiene alas.
Un día nublado, llueve a medias, a veces llueve a veces no. Las pesadas nubes se ven tan cargadas que parece que con dar una patada al suelo las gotas se van desprender antes que lo decida la borrasca.
He subido al avión simulando como siempre que no estoy ilusionado, son ya tantos vuelos. Pero no puedo contener una sonrisa cuando el capitán nos da la bienvenida, me encanta volar.
Despegamos, el avión despega, el resto no hacemos nada para ayudarle.
En un instante de tiempo no mayor que el parpadeo de unas pestañas nerviosas que no hacen caso al intento mi vecina de permanecer tranquila mientras respira profundamente agarrada a asiento, el avión se sumerge en las nubes negras que cubren el aeropuerto. A pesar de mi formación técnica no puedo evitar preguntarme si realmente el piloto podrá guiar su nave entre esta oscuridad. Un par de giros casi pierdo la orientación, yo...
Sigo mirando por la ventanilla y de repente todo cambia. Sobrevolamos unas
nubes limpias de bello algodón iluminadas por un sol radiante que nos mira con indiferencia, escoltado por un cielo teñido de un azul como dictaminan los cánones, un verdadero azul cielo.
Los ángeles serán unos pajarracos pero pueden disfrutar de espectáculos como este cada vez que les salga de sus celestiales ganas.
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